Bajo el mar.


Quería que este fuera el primer escrito de este blog. Mi abdicación al claustro como muestra temprana de mi necesidad de movimiento.


Besos desde el miniveranito de Berlín.


"Pero porque eres tibio y no frío o caliente, voy a vomitarte de mi boca."
Apoc. 3,16

Mi película favorita es “La sirenita”. Salto por la casa canturreando la canción mientras
insisto que me lleven a la playa. "Dile a tus abuelitos, a mi me da alergia la arena".
"Cuidaito' con llegar llena de arena que me da urticaria" grita mi nana desde la cocina. Qué
es la urticaria? Querrá mi abuelita ir a la playa?. Me da miedo ir en el auto con mi abuelito,
siempre apaga el motor para no gastar gasolina. "Bambina, piano piano si va lontano" dice
siempre antes de girar la llave y dejar que la inercia mueva el coche por las colinas.
Sueño con la princesa Ariel y su reino en el mar, pero no me decido a llamar a mi abuelita
para ir a la playa así que me escabullo a la pieza de mis papás y pongo la peli otra vez. Que
despropósito vivir tan cerquita del mar y que nadie quiera ir a verlo.

"Ya poh apague esa cosa y muévase que tengo que hacer la cama. Venga venga! ayúdeme
a poner la tele que está la virgencita...Ya pues prendamela ahí rapidito, acaso tiene los
deos' crespo’?"

Cambio la televisión al canal nacional , para que mi nana no se enoje y entonces...ahí la
veo. Más bonita que cualquier princesa, llena de flores, con un velo tan largo y un vestido
café hasta el suelo que hace resaltar sus grandes ojos marrones, aún más bellos y
expresivos que los de mi sirena. Sus manos abrazan una cruz casi tan gigante como la que
cuelga de mi cuarto, y su carita de muñeca de porcelana parece estar sonriendo todo el
tiempo.

Me siento a los pies de la cama, mientras escucho que mi nana repite las palabras que van
diciendo en la televisión: "Santa Teresita de los Andes, tu que puedes hablar con dios,
ayúdame...". Quién es ella? pregunto, "Nuestra Santita, ahora si que diosito nos va a
escuchar, porque es chilena"

Una santa. Una santa y es hermosa. Con más súbditos y flores y estatuas que la bella
durmiente, Ariel o la Cenicienta. Una santa casi tan bonita como mi Barbie, aunque no
pueda verle su pelo largo por culpa de ese velo grande que lleva. Una santa muñeca, no
como san Francisco con sus manos llenas de sangre y ese corte de pelo tan feo, o san
Sebastián amarrado a ese palo y lleno de flechas que le hacen daño como si fuera un indio.
Y además tiene poderes: puede lograr cualquier cosa porque habla con dios, porque no solo
es la mas bonita sino que también la más buena.
Ya no me interesa Ariel, quiero ser santa.

Bajo corriendo las escaleras mientras intento recordar alguna de las canciones que canta mi
mamá en la misa. Me siento a pensar como se lo diré a papá cuando llegue del hospital.
Tendré que esperar a que no tenga turno, porque sino llega de mal humor y cansado. Sé
que él puede ayudarme, porque siempre está en la iglesia y se pone ese traje parecido a mi
teresita los domingos por la misa. De seguro él puede decirme como ser santa.

Por fin una tarde de jueves logro decírselo. Él muy serio me dice " Hija tu sabes que a dios
no le gustan los tibios, si él te ha llamado a ser santa debes responderle con todo tu
corazón" Yo solo muevo mi cabeza en señal de aprobación, intentando entender una vez
más la frase de los tibios que mi papá ama tanto decir.

"No más peleas con tus hermanos,no más mentiras con la comida,no más risas en misa y
sobre todo hija: oración mucha oración"
No parece tan difícil. Quiero preguntarle si él puede hacer mi estatua, pero me manda a dar
gracias a dios y a jugar con mis hermanos. Voy al jardín y corto flores llena de alegría, las
lanzo al cielo simulando el momento que todos me las regalaran por las calles e iglesias.
Pasan los días y me esfuerzo de verdad, aveces me aburro de estar constantemente
hablando con dios porque parece que no me escucha, pero se que cuando sea santa me va
a responder mas rapidito.

Mi nana comienza a llamarme la santita después de encontrarme un par de veces de
rodillas mirando el cielo mientras intentaba comunicarme con dios. Me gusta encerrarme en
el baño y con la toalla en la cabeza poner mi mejor cara de buena. Descuelgo la cruz de mi
habitación, y me miro al espejo sonriendo. Si, estoy lista.

Un fin de semana mi papá dice: "Tengo una sorpresa, vamos a ir a conocer la casa donde
vivía Santa Teresita, si quieres ser santa vas a tener que vivir ahí también" Una ola de frío
recorre mi cuerpo. Cambiar de casa?, Vamos a ir todos?, Cuando tengo que irme?, Ira
mamá conmigo? Puedo llevar mi muneca Ariel? La casa quedara cerca del mar?. Tengo
muchas preguntas pero el miedo a preguntar es más grande. Tomo mi muñeca favorita y
mi rosario y le doy un beso a todos mis peluches por si acaso no puedo volver. Me subo al
auto en silencio y el camino se hace eterno.

Quiero decirle a papá que mejor no, que no
quiero ser santa. Pero me acuerdo de los tibios e indecisos que terminan quemados en el
infierno y entonces mejor me callo.

"Este es el convento de las Carmelitas descalzas" dice papá al bajar del auto. Nos abre una
mujer como mi santa, pero regordeta y fea; sin cara de princesa. "Voy a ver a la enferma,
mientras tanto puedes preguntarle todo lo que quieras acerca de Santa Teresita a la
hermana" me dice papá, antes de dejarme con esta teresita mucho más vieja en el living.

Veinte minutos más tarde cuando mi papá ha regresado no puedo parar de llorar, lo intento
pero la pena, desilusión y el miedo se me escapa por los ojos y la nariz. Me abrazo fuerte al
cuello de mamá mientras que la viejecita intenta darme agua con azúcar, a la vez que me
acaricia el pelo, pero nada parece dar resultado a mi estallido de lágrimas y mocos.

Había alcanzado a preguntar: Te gustan las sirenas e ir a la playa? cuando la respuesta que
me dio la hermana me devastó: “No podemos salir, por eso tu papá viene a vernos si
estamos enfermas, pero somos felices estamos siempre con dios. No salimos nunca, no
vamos a a la playa, hace muchos años que no veo el mar "

Solo dejé de llorar cuando me encontraba en el auto abrazada a mi muñeca camino a casa.
A mi casa, donde por la noche puedo sentir el mar y el ruido de los barcos en el puerto. A mi
casa, donde tengo a Ariel y su larga cabellera roja y una concha gigante en la que puedo
escuchar el mar si la pongo en mi oído. A mi casa, a pasos de la playa donde mi abuelita
me llevará a jugar con la arena y a saltar olas.
No me importa ser tibia, no me importa el infierno, no puedo quemarme en su fuego eterno si vivo bajo el mar, ya no quiero ser santa, yo quiero ser sirena.

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